Ta Megala

Fernando Solana Olivares

La directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos de la ONU denunció hace días que la gente muere de hambre “ahora mismo” en Gaza: “La velocidad a la que esta crisis artificial de hambre y desnutrición ha desgarrado a Gaza es aterradora”. La Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC) —evaluación que sirve de base a las agencias de la ONU—, según reporta Bel Trew de The Independent desde Tel Aviv, muestra que tres cuartas partes de los palestinos confinados por Israel en el norte de Gaza “padecen el nivel más severo de escasez de alimentos, muy por encima de la marca del 20 por ciento que indica hambruna”. 

       Aleema Shivji, jefa ejecutiva de la agencia Oxfam, hizo notar que tales niveles de hambre no tienen precedente en la historia moderna: “La fabricación deliberada de sufrimiento por parte de Israel es sistemática y a tal escala e inmensidad que crea un riesgo de verdadero genocidio en Gaza”. La hambruna impuesta por las fuerzas invasoras que afecta a 1.1 millones de palestinos provocará un número aún desconocido de fallecimientos, entre ellos los de niños menores de 4 años que “quizá ya estén muriendo”. 

      Al referirse a los datos de la IPC, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, los llamó una espantosa denuncia: “Este es un desastre totalmente creado por el hombre, y el informe deja en claro que puede ser detenido”. Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea, hace días declaró en una conferencia sobre ayuda humanitaria para Gaza que Israel provoca el hambre para utilizarla como arma de guerra: “Antes de la guerra Gaza era la mayor prisión a cielo abierto. Hoy es el mayor cementerio a cielo abierto”. 

El ministro israelí del Exterior, Israel Katz, negó como de costumbre las acusaciones afirmando que Israel ha permitido el ingreso de extensa ayuda humanitaria por aire, mar y tierra. Exigió a Borrell “dejar de atacar a Israel y reconocer nuestro derecho a la autodefensa contra los crímenes de Hamas”.

El pasado 2 de febrero la cadena qatarí Al Jazeera publicó la lista de nombres de los hasta esa fecha más de 10 mil niños palestinos cuya muerte ha podido registrarse: un menor asesinado cada quince minutos y casi dos de cada 100 que habitan en Gaza. La cadena árabe señalo que miles más están desaparecidos bajo los escombros y se presume que han muerto. Como acusaría días antes el mismo Josep Borrell: “Se han matado más niños en Gaza que en todo el mundo en los últimos cuatro años”. Al hacer la publicación de la larga lista de niños asesinados, la cadena también hizo mención de los miles de menores sobrevivientes que han soportado el impacto traumático de guerras y violencia incesante, pasando sus vidas “bajo la opresiva sombra de un bloqueo israelí que ha influido en todos los aspectos de su existencia”.

La dramática carta de un maestro extranjero que trabaja en Israel y pide darse a conocer omitiendo su nombre para evitar represalias que serían fulminantes, compara la infancia israelí con la palestina. Ante la primera, que vive en una sociedad donde se sataniza a los árabes y a los palestinos, donde se promueve que el judío se sienta siempre “otro” y siempre en peligro, con o sin justificación, pero propia del primer mundo aun con diferencias sociales internas, la existencia de los niños y jóvenes palestinos es caracterizada así:

       1.  Los que son ciudadanos israelíes sufren por ser ciudadanos de segunda. Si deciden participar en el servicio militar se les ve como traidores a su pueblo y a su familia al otro lado del muro; si deciden no hacerlo pierden el derecho a las ayudas sociales. Viven en una sociedad que los considera inferiores.

          2. Quienes viven en territorios anexados no tienen ciudadanía ni pasaporte israelí. Si aceptan el pasaporte palestino pierden su derecho a vivir en Israel. No tendrán derechos políticos cuando sean adultos y desde niños se ven constantemente presionados para dejar sus casas e irse del país, contra la arraigada cultura propia que los exhorta a resistir y quedarse en su tierra. Sufren el acoso constante de ciudadanos israelíes y de la policía y el ejército ocupante que los detiene a menudo sólo por ser árabes. Si cometen algún delito menor —como tirar piedras a un carro desde el cual hayan sido robados, golpeados o vejados— son juzgados en cortes militares. Aunque estudien en escuelas palestinas no pueden conmemorar la nakba o utilizar la bandera palestina por ser ilegal. Ahora incluso el idioma árabe perdió su estatus de lengua oficial.

       3. Los que viven en Cisjordania, detrás del muro, tienen ciudadanía palestina pero no israelí. No pueden cruzar a Jerusalén ni a la Palestina anexada. No pueden ir a la playa sin permisos especiales que rara vez se les conceden, no pueden salir del país sin permiso de Israel, tampoco moverse de una ciudad a otra dentro de Cisjordania sin ser detenidos y registrados en retenes permanentes y móviles. Viven en una sociedad empobrecida que no puede limpiar sus calles, que vive en estado de emergencia y por ello no avanza en cosas importantes como los derechos de las mujeres y de los niños o la educación. Habitan en ciudades sin áreas verdes, sin parques y campos de juego. Quienes radican en el campo son acosados por colonos judíos de asentamientos ilegales vecinos que queman sus casas, sus árboles centenarios y sus vehículos. Roban su ganado y asaltan sus viviendas. Demuelen todo aquello que construyen sin permisos oficiales que sistemáticamente les niegan aunque los soliciten debidamente. Sus niños viven jugando con armas y a la guerra en ciudades donde quienes mueren en atentados contra los ocupantes israelíes son honrados como héroes patriotas y las imágenes de sus rostros llenan las paredes y los muros. Viven sabiendo que cualquier día o noche y a cualquier hora el ejército puede llegar a su barrio o a su casa a arrestar, disparar y amedrentar sin razón ni excusa alguna. Viven en familias que cuentan con muertos en el conflicto y detenidos en cárceles sin acusación ni proceso. La educación escolar que reciben es tradicionalista y memorística. El desempleo es rampante y las posibilidades se estrellan contra los muros que los circundan.

       4. Finalmente están los niños de Gaza, encerrados en un gueto que Israel bombardea cada cierto tiempo y ahora ha destruido casi por completo. Las cifras de huérfanos son agobiantes, los números de niños mutilados y lisiados de por vida también. Escuché decir a un funcionario de la ONU que hay niños pensando en el suicidio. La gran mayoría de la gente en Gaza sobrevive en campamentos y ya comenzaron a morir de hambre. Tenemos reportes de infantes que han dejado de moverse y sólo esperan la muerte. Otros han sido amarrados por los ocupantes para ser aplastados vivos por sus tanques. Parecen imágenes de un amarillismo extremo, pero las cuento porque han sucedido. Aunque a pesar de todo son niños, y todavía se ven algunos pocos jugando en grupo o cuidando un gatito por allá. A un chico lo han llamado el “Newton de Gaza” porque construyó una hélice para generar electricidad en su tienda de campaña. La situación es desesperada. Israel no se detiene, desde los primeros días de la guerra aprovechó para cometer todo tipo de atrocidades y lo sigue haciendo. Bombardea hospitales y escuelas, mezquitas, casas particulares. El ejército ocupante dispara casi a diario contra la gente que está esperando pan. Todo esto incluye a los niños, por supuesto. La sociedad tiene una edad promedio muy joven. El dinero que circula en Gaza es el de los ocupantes. Ya en los años noventa se decretó que 18 vacas eran un peligro para el Estado de Israel porque algunos palestinos estaban produciendo leche y eso les daba esperanzas y autonomía. Así que adiós vacas y desde entonces casi todos los productos a consumir tienen que ser israelíes. Los niños palestinos sufren de vivir si alegría ni perspectivas. Sufren como nunca al ver a sus padres desesperados, desilusionados del mundo, sin salida. Quienes pueden irse lo han hecho. Los niños palestinos sufren de vivir una situación que les impide ser niños.

En los primeros días de la guerra lanzada por Israel contra Palestina, el reconocido poeta y académico palestino Refaat Alareer denunció en declaraciones al portal Electronic Intifada que “no hay salida en Gaza. ¿Qué debemos hacer? ¿Ahogarnos? ¿Cometer un suicidio masivo? ¿Eso es lo que quiere Israel?” Fundador del proyecto “We are not numbers” que vinculaba a jóvenes del enclave palestino con autores extranjeros para escribir en inglés sobre su realidad, el 1 de noviembre publicó un poema en el cual escribió: “Si debo morir, que vivan ustedes para contar mi historia”. 

       Pocos días después falleció junto con varios miembros de su familia en un ataque aéreo contra la vivienda en la que estaban refugiados. Al saberlo, el parlamentario canadiense Don Davis señaló que además de un genocidio racial, Israel llevaba a cabo un “genocidio cultural”. En su cuenta de X, al hacer un llamado al mundo para detener estos brutales crímenes contra la humanidad, Davis afirmó que el país hebreo “utiliza tecnología sofisticada para atacar y asesinar a destacados académicos, autores, historiadores, poetas, artistas, periodistas y profesores de Gaza”. 

La agencia rusa Sputnik informa sobre la conferencia en el Palacio de las Naciones de Ginebra del portavoz de Unicef, James Elder, quien habló de la destrucción en Gaza y los resultados de una visita reciente a la ciudad palestina de Rafah hecha por funcionarios de la organización. La ciudad en la que habitan 600 mil niñas y niños fue descrita como irreconocible. “En mis veinte años de trabajo en la ONU en ningún lugar había visto tal devastación. Sólo hay caos, ruinas, escombros sobre escombros esparcidos en todas direcciones. Aniquilación total”. 

       La gente duerme en las calles, en edificios públicos y en cualquier espacio vacío disponible. Los estándares globales para emergencias humanitarias establecen un máximo de 20 personas por retrete. En Rafah hay uno por cada 850 personas, y una regadera por cada tres mil 600. “Un desprecio infernal por las necesidades y la dignidad humana”, dijo. 

       Una persona requiere un mínimo de 3 litros de agua potable al día para sobrevivir. En una visita hecha el pasado mes de noviembre los habitantes de Gaza contaban más o menos con esa cantidad por persona. Hoy, en promedio, sólo hay un litro de agua por persona al día. Centenas de habitantes se agolpan en las calles llevándose las manos a la boca, “esa señal universal del hambre”. La ayuda humanitaria internacional entra a cuentagotas. Cientos de camiones con suministros vitales se encuentran parados a unos cuantos minutos de la población palestina por denegación israelí. Todos los envíos de agua, comida y suministros básicos están siendo obstaculizados. Un crimen de guerra cometido por Israel al evitar su ingreso sistemáticamente, hasta hoy inútilmente denunciado por la ONU. 

       Antes de la guerra la emaciación infantil en la Franja de Gaza era prácticamente inexistente. Hoy en día uno de cada tres menores de dos años sufre una aguda desnutrición ante el exterminio por hambre del sionismo israelí. En Gaza, informó el vocero, se dice lo indecible. Desde adolescentes desesperados que desean ser asesinados para terminar con tal pesadilla, hasta niños pequeños que sobreviven a toda su familia muerta y en un instante se quedan solos.

       Aquel suicidio masivo que denunció el poeta Alareer en sus declaraciones va invocándose cada vez más como única salida ante el horror de la destrucción sionista. Cada día en Gaza es un día en el infierno.

“No seré cómplice del genocidio. Viva Palestina libre”, gritó Aaron Bushneil, efectivo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos de 25 años, mientras se prendía fuego ante la embajada de Israel en Washington D.C. El mismo trasmitió en vivo la “protesta extrema”, como la llamó, en la red social Twitch. Vestido con su uniforme militar Bushneil inició la trasmisión, puso su teléfono en el piso, se roció acelerante y se prendió fuego. La prensa mainstream apenas reportó la inmolación en sus páginas interiores.

Al escribir sobre la mush’a —una antigua práctica palestina de tenencia de la tierra y bienes comunes que incluye la propiedad colectiva, el trabajo cooperativo y la redistribución periódica, un procomún (concepto entendido como un avance conceptual clave para orientar nuevos caminos hacia futuros postcapitalistas) que otomanos, británicos e israelíes han intentado destruir—, Peter Linebaugh señala en un ensayo publicado en Sinpermiso que la importancia planetaria de Palestina es triple por su geografía que conjuga tres continentes, Asia, África y Europa, por las extracciones de su suelo, granos, minerales, petróleo y gas, y por su valor para el cristianismo, el islam y el judaísmo: 

       “Al momento actual en Palestina debemos añadir a la formulación ‘X al cuadrado’ (explotación y expropiación) una sombra más oscura: explotación + exterminio, expropiación + extracción. El genocidio perpetrado por los sionistas en Gaza está unido a la extracción de tierras y petróleo. La devastación, el envenenamiento y el saqueo de la clase dominante se disimulan con una serie de excusas institucionalizadas. Cada una de ellas tiene su discurso, su militarización, sus montajes académicos, su racismo y su política. Como todas las excusas, a primera vista parecen plausibles, incluso normales, hasta que sus sombras emergen, como ha ocurrido en la guerra de Gaza, para que todo el mundo las vea. El sistema global de imperio, guerra y esclavitud sólo ha conducido a un sistema planetario de inundación, fuego, veneno y enfermedad. Con estas múltiples catástrofes anticipamos el expolio de los sistemas terrestres”.

La feminista anglo-palestina Arma Mahdawi expone en The Guardian que la claridad se ha convertido en otra víctima de este conflicto. Seamos claros, exige, guerra no es el castigo colectivo, guerra no es matar de hambre a la gente, guerra no es arrasar templos y cementerios. Escribe que dar testimonio es un acto feminista, que oponerse a la opresión en todas partes también lo es: “No apartemos la mirada de Gaza. Alcemos la voz y asegurémonos de que en el futuro nadie pueda decir: ‘Yo no lo sabía’”

Javier Milei, presidente argentino, dijo durante una entrevista recién publicada por CNN que “Israel no está cometiendo ni un solo exceso en Gaza. […] Todo lo está haciendo dentro de las reglas del juego”. El mandatario reivindicó el derecho a la legítima defensa de Israel: “Un ataque brutal requiere respuestas ejemplificadoras”. Milei viajará próximamente a Florida para recibir de la comunidad judía Jabad Lubavitch el nombramiento de Embajador Internacional de la Luz, como un reconocimiento por “su inquebrantable dedicación a difundir la libertad, la esperanza y la positividad frente a la oscuridad”.   

La última nota de Bel Trew en The Independent da a conocer que funcionarios de la ONU y trabajadores de ayuda en Gaza han advertido sobre niños “delgados como el papel” y de una “cruel muerte por hambre e inanición”. Fallecimientos por deshidratación y brotes de hepatitis cunden en toda la franja. Arvin Das, jefe del Comité Internacional de Rescate en Gaza, participante en emergencias humanitarias de Afganistán, Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana de Sudán e Irak, declaró que la catástrofe actual en Gaza va más allá de todo lo que ha visto: “está “más allá de la comprensión”. Otra experta declaró ante el Consejo de Derechos de la ONU que la situación constituye un inocultable genocidio.

El despiadado bombardeo sionista contra la Franja de Gaza de 42 kilómetros la ha dejado prácticamente en ruinas, desplazando a casi millón y medio de sus residentes y provocando una hambruna intencional nunca vista en esa magnitud. Hasta hoy más de 32 mil palestinos, en su mayoría mujeres y niños, han sido asesinados por el ejército ocupante. 

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